U N A P A L A B R A T U Y A
Marcos 8,22-26
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida. Le trajeron un ciego, pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: "¿Ves algo?" Empezó a distinguir y dijo: "Veo hombres; me parecen árboles, pero andan." Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía con toda claridad. Jesús lo mandó a casa, diciéndole: "No entres siquiera en la aldea."
HOY COMENTA EL EVANGELIO CRISTINA MORATO (Profesora de Infantil, miembro del Equipo de Pastoral)
Jesús en su recorrido por diferentes pueblos vuelve a estar cerca de los más necesitados. Son los que están más atentos a las necesidades quienes le presentan al ciego. Y Jesús se pone en camino, separándose del pueblo, le lleva de la mano, le toca. Mantiene una relación personal: en este “estar” y “acercarse” es donde se manifiesta el milagro. El ciego es capaz de ver.
Señor te pido que me acompañes, que me des la mano, que me abras los ojos para que me cures de mi ceguera y también pueda ser capaz de ver las necesidades que tengo a mi alrededor.
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