U N A P A L A B R A T U Y A
Marcos 4,21-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: "¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga." Les dijo también: "Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene."
HOY COMENTA EL EVANGELIO BORJA RUEDA (Profesor de Educación primaria)
La familia está en casa. Empieza a oscurecer. El padre se levanta, enciende una lámpara y la coloca debajo de una caja o de una cama. ¿Qué dirán los demás? Gritarán: “¡Padre! ¡Ponla encima de la mesa!” Esta es la historia que Jesús cuenta. Apenas dice: “Quien tenga oídos para oír, que oiga”. La Palabra de Dios es la lámpara que debe ser encendida en la oscuridad de la noche. Si se queda dentro del libro de la Biblia, cerrado, es como la lámpara puesta debajo de una caja o de una cama. Cuando enlaza con la vida y es vivida en comunidad, entonces está colocada encima de la mesa e ilumina.
La forma que Jesús tenía de enseñar era, sobre todo, por medio de parábolas. Tenía una capacidad muy grande de encontrar imágenes bien sencillas para comparar las cosas de Dios con las cosas de la vida que la gente conocía y experimentaba en su lucha diaria para la supervivencia. Esto supone dos cosas: estar dentro de las cosas de la vida, y estar dentro de las cosas del Reino de Dios.
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