La meta de todo peregrino es llegar a Santiago, algo nos llama desde allí nos anima en cada paso, nos alivia las ampollas y los dolores, cada vez que llegó a un mojón y veo escrito los kilómetros que faltan hasta Santiago no puedo dejar de imaginarme la llegada a la plaza del obradoiro y la subida de las escaleras hasta el Pórtico de la Gloria ¿Qué es esa fuerza? ¿un mero resorte psicológico que me impulsa a auto superarme? No lo sé, hablaré con Juanjo sobre esto, que es nuestro psicólogo de guardia. ¿o es algo más externo a mí que me llama?. La vieja pregunta por la objetividad de la gracia que tantos problemas nos ha generado en occidente con nuestros hermanos separados.
Para mi llegar a Santiago es un viaje hacía lo más puro de la Iglesia y de mi fe en Jesucristo. No sé si en la cripta están o no están los restos del Apóstol de Jesús de Nazaret pero millones de personas antes que yo han hecho este camino creyéndolo fervientemente, estoy seguro que ha dejado una huella en tantas piedras, en tantas cuestas, en tantos lugares.
Esta gente buscaba encontrarse con los restos de un testigo directo de la vida de Jesús de Nazaret, la necesidad de encontrase con Jesús, con el Jesús más autentico es lo que nos mueve hoy a seguir caminando, intuir que acercarme a la tumba de Santiago es recordar mi fe primera, la fe que surge del encuentro con Jesús del evangelio. Santiago estaba allí cuando Jesús partió el pan aquella noche, Santiago escuchó a Jesús la parábola del hijo pródigo, Santiago estaba allí el día de Pentecostés. Y es con todo esto con lo que quiero encontrarme. Pero el gran milagro del camino es cuando descubres que todo esto no está en Santiago sino que se encuentra en le camino, cuando vas al limite pensándote seriamente si dar un paso más y de repente te pones a ayudar a alguien que va peor que tú, cuando observas la delicadeza con la que curan las ampollas a los peregrinos. Descubres que no es necesario llegar a la impresionante catedral de Santiago para sentirse sobrecogido. Esta mañana yo prácticamente sólo he sentido la presencia de todo esto en la pequeña iglesia de Sta. María de Leboreiro.
3 comentarios:
No lo dudes, David; no lo dudéis. Aunque en la mente del peregrino está la meta de llegar, de contemplar con un nudo en la garganta la imponente fachada del Obradoiro, de abrazar por fin la imagen del Apóstol, la verdadera meta y el verdadero destino está en el propio Camino.
No se camina con los pies, que sólo duelen, se camina con el corazón que se conforta a cada paso. ¡Ultreia et Suseia!
Marisa Monge
Ya sabes que ese camino hubo una vez que no lo fue. Que fueron los andares de muchos peregrinos los que lo hicieron. Que se construyeron carreteras después. Y que son tus huellas de hoy el camino del mañana. Así que por favor compañero camina, camina haciendo camino, que mañana lo haré yo.
Un abrazo muy fuerte desde donde uno sabe que comparte.
Gracias a todos los peregrinos.
Me emociona ver las fotos y me muero de envidia. Vuestras palabras me obligan a reflexionar sobre mi Camino de Santiago en Madrid.
No hay un sólo camino. El camino no está marcado. Se puede volver atrás y rodear y dar vueltas y volver a empezar. Buscamos a Dios en las cosas que hacemos, en lo más pequeño y en lo más grande, en las personas que nos rodean, en lo cercano y en lo lejano, en el mismo colegio, en Cobán y en Mukuru… a veces no es fácil, pero ése es el camino.
Ayudar a encontar el propio camino, ¿no es eso educar? Gracias a los profesores por acompañar a los alumnos y gracias a los alumnos por acompañar a los profesores en esto de buscar y encontrar que es la misma vida. Alumnos de 2º de Bachillerato, vuestro camino en el cole se está acabando. Habéis llegado todos juntos a Santiago, por el mismo sendero, pero ahora cada uno debe tomar el suyo.
El Camino de Santiago no se acaba nunca. En Madrid, también hay uno.
Gracias a todos.
Amparo
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