“Chaminade visita a los peques del colegio”
La semana del 19 al 23 de enero fue especial. En el colegio recordábamos el aniversario de la muerte de nuestro fundador, el Beato P. Guillermo José Chaminade.
Durante esa semana hubo en el colegio un sinfín de actividades y de lo más variopintas. Fue un ejemplo de verticalidad educativa. Desde infantil a Bachillerato el nombre de nuestro querido Guillermo José se plasmó en forma de oraciones, juegos, celebraciones religiosas, certámenes de poesía, concursos de dibujo, trabajos de investigación sobre su vida y obra, testimonio de marianistas etc. Yo fui testigo en primera persona de una de estas actividades, posiblemente la más impactante; esto lo digo por el alumnado al que iba dirigida y por las caras de asombro que manifestaban.
Os relato lo que sucedió:
Todo comenzó el 19 de enero del presente año, cuando los profesores de Educación Infantil y Primer Ciclo de Educación Primaria recibieron una carta dirigida a los niños y firmada por el mismísimo P. Chaminade. Decía lo siguiente:
Bordeaux a 14 de enero de 2009
Estimados niños:
No pasa un solo día que no piense y rece por todos vosotros. Sois el fruto de aquellas semillas que en su día planté.
Me llegan noticias de que pronto celebraréis una semana que llamáis “del Padre Chaminade”, en la que los profesores os hablan de mí y hacéis divertidas actividades.
Me alegra saber que me recordáis y en señal de agradecimiento, pronto recibiréis una agradable sorpresa.
Sed buenos con vuestros padres, profesores y compañeros. Así mismo, os invito a tomar como ejemplo de vida a María; ella era sencilla de corazón, rezaba mucho al Padre y estaba atenta a las necesidades de todos.
Un fuerte abrazo de vuestro siempre querido Guillermo José.
Esta carta sorprendió a pequeños y mayores, pero lo mejor estaba por llegar. A partir del miércoles 21, los más “peques” del colegio comenzaron a ver desfilar a un señor vestido con sotana negra, extraño “babero” y un inmenso rostro risueño. Caminaba acompasando sus pasos con el movimiento de sus largos brazos. En una de sus manos llevaba un cofrecillo de viaje que escondía agradables sorpresas. Se trataba del mismísimo Guillermo José.
La emoción se apoderaba de los pequeños. Sus rostros quedaban perplejos y sus ojos brillaban como nunca. Guillermo José venía de Bordeaux, Francia, para compartir un rato inolvidable con ellos. Tras los saludos, las presentaciones y alguna que otra palabra en francés, el P. Chaminade “aterrizó”. Se encontraba ante niños y niñas de Madrid, del colegio Santa María del Pilar, una de sus muchas Obras que tiene por el mundo.
Este personaje de rostro alegre y divertido, acompañado por un cuerpo mullido y un tanto rollizo enseguida encandiló a todos. No dudó en poner alrededor de él a todos los pequeños y les invitó a cantar y bailar al compás de la canción “Dulce marianista”. No se lo podían creer: El P. Chaminade sabía bailar y no lo hacía nada mal.
Todo lo vivido por los niños hasta el momento era sorprendente, pero no menos interesante fueron las anécdotas y el mensaje que seguidamente les transmitió en un correctísimo español. Les habló de su madre Catalina y cómo le enseñó a abrazar y a rezar; del cariño que tenía a sus padres y hermanos; de lo mucho que confió en la Virgen María, en especial en la Virgen de la Roca y del Pilar; en los momentos difíciles de la Revolución; y, en especial, les habló de ellos mismos y de sus profesores. Todos son miembros de una gran familia, la Familia marianista.
Los niños estaban entusiasmados y no podían creer lo que estaba sucediendo. El asombro llegó a su cénit cuando Guillermo José se quiso llevar un recuerdo de cada uno de los grupos con los que estuvo y propuso a niños y profesores hacer una fotografía de grupo con él. De esta manera podría tener presente los rostros de cada uno de sus “queridos nietecitos” cuando él rezara ante la Virgen. Fue emocionante ver como todos se apiñaban alrededor suyo y miraban a la cámara con entusiasmo, coreando la palabra “¡Chaminade!, ¡Chaminade! …”
Después de lo acontecido, el P. Gillermo José se tenía que despedir, puesto que tenía muchos más niños que visitar. Así pues, abrió su cofrecillo de viaje y sacó de él unos deliciosos caramelos que repartió con entusiasmo. También sacó unas fotografías en las que aparecía él y en su reverso figuraba una preciosa oración para rezar junto a sus padres. Los niños se despedían con un sonriente adiós y entregando sus dibujos, hechos con mucha ilusión.
Guillermo José salía de la clase tan alegre como había entrado, con su cofrecillo de viaje y su paso acompasado. En los pequeños había quedado un momento de magia e ilusión, y tras aquel rostro risueño de Guillermo José, se reflejaba la inmensa alegría de saber que el entusiasmo de los niños llega en un adulto al corazón.
Javier Rodríguez
La semana del 19 al 23 de enero fue especial. En el colegio recordábamos el aniversario de la muerte de nuestro fundador, el Beato P. Guillermo José Chaminade.
Durante esa semana hubo en el colegio un sinfín de actividades y de lo más variopintas. Fue un ejemplo de verticalidad educativa. Desde infantil a Bachillerato el nombre de nuestro querido Guillermo José se plasmó en forma de oraciones, juegos, celebraciones religiosas, certámenes de poesía, concursos de dibujo, trabajos de investigación sobre su vida y obra, testimonio de marianistas etc. Yo fui testigo en primera persona de una de estas actividades, posiblemente la más impactante; esto lo digo por el alumnado al que iba dirigida y por las caras de asombro que manifestaban.
Os relato lo que sucedió:
Todo comenzó el 19 de enero del presente año, cuando los profesores de Educación Infantil y Primer Ciclo de Educación Primaria recibieron una carta dirigida a los niños y firmada por el mismísimo P. Chaminade. Decía lo siguiente:
Bordeaux a 14 de enero de 2009
Estimados niños:
No pasa un solo día que no piense y rece por todos vosotros. Sois el fruto de aquellas semillas que en su día planté.
Me llegan noticias de que pronto celebraréis una semana que llamáis “del Padre Chaminade”, en la que los profesores os hablan de mí y hacéis divertidas actividades.
Me alegra saber que me recordáis y en señal de agradecimiento, pronto recibiréis una agradable sorpresa.
Sed buenos con vuestros padres, profesores y compañeros. Así mismo, os invito a tomar como ejemplo de vida a María; ella era sencilla de corazón, rezaba mucho al Padre y estaba atenta a las necesidades de todos.
Un fuerte abrazo de vuestro siempre querido Guillermo José.
Esta carta sorprendió a pequeños y mayores, pero lo mejor estaba por llegar. A partir del miércoles 21, los más “peques” del colegio comenzaron a ver desfilar a un señor vestido con sotana negra, extraño “babero” y un inmenso rostro risueño. Caminaba acompasando sus pasos con el movimiento de sus largos brazos. En una de sus manos llevaba un cofrecillo de viaje que escondía agradables sorpresas. Se trataba del mismísimo Guillermo José.
La emoción se apoderaba de los pequeños. Sus rostros quedaban perplejos y sus ojos brillaban como nunca. Guillermo José venía de Bordeaux, Francia, para compartir un rato inolvidable con ellos. Tras los saludos, las presentaciones y alguna que otra palabra en francés, el P. Chaminade “aterrizó”. Se encontraba ante niños y niñas de Madrid, del colegio Santa María del Pilar, una de sus muchas Obras que tiene por el mundo.
Este personaje de rostro alegre y divertido, acompañado por un cuerpo mullido y un tanto rollizo enseguida encandiló a todos. No dudó en poner alrededor de él a todos los pequeños y les invitó a cantar y bailar al compás de la canción “Dulce marianista”. No se lo podían creer: El P. Chaminade sabía bailar y no lo hacía nada mal.
Todo lo vivido por los niños hasta el momento era sorprendente, pero no menos interesante fueron las anécdotas y el mensaje que seguidamente les transmitió en un correctísimo español. Les habló de su madre Catalina y cómo le enseñó a abrazar y a rezar; del cariño que tenía a sus padres y hermanos; de lo mucho que confió en la Virgen María, en especial en la Virgen de la Roca y del Pilar; en los momentos difíciles de la Revolución; y, en especial, les habló de ellos mismos y de sus profesores. Todos son miembros de una gran familia, la Familia marianista.
Los niños estaban entusiasmados y no podían creer lo que estaba sucediendo. El asombro llegó a su cénit cuando Guillermo José se quiso llevar un recuerdo de cada uno de los grupos con los que estuvo y propuso a niños y profesores hacer una fotografía de grupo con él. De esta manera podría tener presente los rostros de cada uno de sus “queridos nietecitos” cuando él rezara ante la Virgen. Fue emocionante ver como todos se apiñaban alrededor suyo y miraban a la cámara con entusiasmo, coreando la palabra “¡Chaminade!, ¡Chaminade! …”
Después de lo acontecido, el P. Gillermo José se tenía que despedir, puesto que tenía muchos más niños que visitar. Así pues, abrió su cofrecillo de viaje y sacó de él unos deliciosos caramelos que repartió con entusiasmo. También sacó unas fotografías en las que aparecía él y en su reverso figuraba una preciosa oración para rezar junto a sus padres. Los niños se despedían con un sonriente adiós y entregando sus dibujos, hechos con mucha ilusión.
Guillermo José salía de la clase tan alegre como había entrado, con su cofrecillo de viaje y su paso acompasado. En los pequeños había quedado un momento de magia e ilusión, y tras aquel rostro risueño de Guillermo José, se reflejaba la inmensa alegría de saber que el entusiasmo de los niños llega en un adulto al corazón.
Javier Rodríguez
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