domingo, 1 de marzo de 2015

En el evangelio de hoy

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:
-«Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. 
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-«No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».


La tentación, muy humana, es quedarnos siempre donde estamos a gusto, seguros, cómodos, parece una pretensión legítima, y sin embargo, esto no va de estar, a gusto, seguros ni cómodos, pues vaya, pensará alguno, eso digo yo pues vaya. 


viernes, 27 de febrero de 2015

domingo, 22 de febrero de 2015

En el evangelio de hoy

Mc 1,12-15: 

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»


Siempre le ha llamado la atención la expresión "el Espíritu empujo al desierto a Jesús",   Veo claro que no fue de manera muy voluntaria, y es que hay muchas veces cosas que no nos apetece nada, pero nada hacerlas, en ese momento es cuando hay que dejarse empujar por el Espíritu sin ejercer demasiada resistencia, nada más que la justa 


domingo, 15 de febrero de 2015

El evangelio de hoy

Mc 1,40-45: La lepra se le quitó y quedó limpio.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.


Si pudiésemos tener la fe de este leproso.
Si creyésemos de verdad que Dios puede intervenir en nuestra vida, de verdad, no una manera de hablar, de verdad, y nos acercásemos a Jesús....
Nuestra vida podría cambiar radicalmente.